CAMPAÑA DE PREVENCIÓN PERMANENTE
CONTRA LAS ADICCIONES
¡Muchachos ayuden a
mi hijo por favor!
Para contar esta historia
cambiare los nombres y lugares, tal vez sea una experiencia de tantas, que no sea tan trágica o irrelevante como las que algunos que la lean, hayan vivido.
Es la historia de El BULL, (toro en
inglés), su apodo nos dice mucho un adolescente, ancho, fuerte y con una cara
de pocos amigos, era nuestro líder de un
grupo de poco más de 15 niños que apenas estábamos conociendo el mundo; atentos
a las historias que nos contaba en la esquina del barrio, donde diario de lunes
a domingo ya casi anocheciendo se convertía en el lugar de reunión; con un
cuaderno de chistes que el mismo inventaba, nuestras carcajadas molestaban a más
de 2 vecinos, las experiencias que nos compartía hacían que nuestras vidas
parecieran sin sentido, esperábamos tener su edad, 15 años para ser como él; el
toro era nuestro puente entre la vida secreta de los adultos y nuestra inocencia,
por el supimos todos, que el viejo de barba blanca que venía en diciembre era
mentira, en fin por mucho era mejor que nuestros padres.
Pasando los años, fueron muchas
las veces que de mañana acompañado de su madre, lo veíamos entrar a su casa sin
que saliera hasta el otro día, cuando orgulloso nos presumía que lo habían
detenido por pleitos y había pasado la noche en el tambo, fue más su orgullo
cuando una mañana nos contaba que había entrado a la grande y que lo habían
rallado, en si era un tatuaje que se había puesto en su pantorrilla, signo de
que realmente ya había estado en la cárcel para mayores; sus pláticas ya no eran como antes, su tiempo
con los amigos ya no era igual, recuerdo bien cuando me quedo claro que su
amistad era sincera, nos comentó a todos que nunca probáramos las drogas por
que él ya estaba perdido, y eso se valora entre los amigos; se fue alejando de
nosotros tal vez por no afectarnos, pero fue una despedida sin regreso.
Un viernes ya de madrugada cuando
aún estábamos en el rincón, (como le decíamos a nuestra esquina) paso el Bull
sin ni siquiera saludarnos, se metió a su casa y pasado unos minutos salió su
madre gritándonos ¡Muchachos ayuden a mi hijo por favor!, rápidamente entramos
hasta su cuarto donde en el piso, convulsionaba y echaba espuma por la boca, en
aquel entonces sin teléfonos celulares, paso más de 1 hora en que llegara la
cruz roja para llevárselo de urgencia, y no supimos de él hasta después de una semana; cuando vimos que lo bajaban en una camilla en su casa, pasaron 8 días cuando
supimos que se habían cambiado de colonia, una que estaba hasta el otro lado de
la ciudad.
Pasaron 2 años cuando una figura
delgada, temblorosa y sin lógica, paseaba por el barrio, el toro que habíamos
conocido, ahora parecía un títere con vida, algunos de los que ahí estábamos
fuimos a su encuentro, a sus 28 años éramos para él unos completos
desconocidos, como pudimos preguntando lo llevamos a su casa, donde su madre,
aquella guerrera estaba derrotada y sin fuerzas, ya no podía luchar con algo
irreversible, el daño que las drogas habían causado a su cerebro no tenían
vuelta, con compromiso los 3 amigos de la infancia quedamos en visitar seguido
y apoyar en lo que se pudiera a nuestro aun líder el toro, varias tardes como
en antaño nos juntamos los que podíamos pero ahora para alegrar la vida de su
señora madre y de nuestro amigo, quien, a los 32 años se nos adelantó en el
camino, dejándonos una gran lección de vida.
Espero que alguno de los que lean
esta experiencia, no se encuentren en una situación igual y pido a dios no sea
nuestra historia la que algún día se cuente en estas líneas.
AUN ESTAS A TIEMPO,